De inicio una diferencia básica en contraste con lo que es considerado una ciencia “dura” y el psicoanálisis, es que para este último no es indispensable contar con una definición unificada de padecimientos en el cuerpo como lo es la obesidad. Digo padecimientos justamente porque la obesidad no siempre ha tenido la connotación de enfermedad históricamente, y es que justamente uno de los elementos que toma en cuenta un psicoanalista para seguir el curso de un tratamiento, es el decurso de una historia individual sí, pero que tiene marcas del entorno, y sobre todo de los otros que anteceden al sujeto en cuestión.
No podemos así ignorar desde el psicoanálisis la existencia de una interpretación de la sociedad, en donde se le impone al sujeto a elegir entre el exceso y el placer. De hecho, lo que continuamente nos preguntamos (cuando nos atrevemos realistamente) es si habría que considerar priorizar la obesidad como un problema de salud o un problema estético, perpetuando su ambiguación. Nos hemos quedado en un limbo entre disciplinas desde lo social para atender el asunto. Y esto no tiene por qué ser precisamente algo malo
En nuestra vida, la ganancia de peso es algo normal durante el desarrollo, mientras crecemos tendemos a incrementar de peso, lo que posibilita seguir creciendo. ¿En qué punto ésta ganancia de peso pasa a ser algo patológico? Es aquí en donde el psicoanálisis no sólo hablaría de un determinado número dado por valores entre talla y peso, sino por las relaciones que se establecen con el propio cuerpo y con la comida, en donde se expresan afectos que no encuentran otra vía para ser manifestados.
Es así que dentro de personas con el problema de obesidad resulta interesante analizar la representación simbólica que tiene la comida. Los estudios sobre los significados simbólicos profundos de la comida ubican a ésta como una forma de dar amor, de completar una falta, de estar en comunión con la madre, asimismo como una forma de afirmación del yo, una cuestión de, una vía para manifestar negación incluso frente al crecimiento mismo, una forma de interacción social o una forma de identidad social y/o religiosa, entre otras. Para Freud la presencia de un síntoma delata la existencia de una laguna del recuerdo, siendo precisamente el síntoma la expresión de eso reprimido o que anida en el inconsciente. El síntoma constituye el retorno de lo reprimido, es la forma de expresión de un conflicto psíquico de forma desfigurada e irreconocible, de modo que no angustia al yo, al menos no al punto de lograr la fuerza o demanda energética desde lo psíquico para que llegue al circuito de lo consciente, siendo inmune a sus ataques defensivos.
Hemos advertido que la obesidad como síntoma puede ser comprendida como la forma de resolución de un conflicto psíquico en donde el aumento de la grasa corporal representaría la forma menos angustiante de resolverlo, o simplemente de manifestar a un nivel consciente un deseo reprimido, deseo que, no obstante, sigue imprimiéndose en el cuerpo y causando reacciones ante él. Entonces, ¿qué escribe el obeso en su cuerpo? No habría forma de saberlo en lo general, por eso es que se requiere un espacio individual para descifrarlo, pero a observar por la experiencia en la práctica de un psicoanálisis que apunta a la escucha de eso que quedó anclado en el inconsciente, se aprecia la tendencia de un compromiso importante con el no saber dónde ubicar una suerte de estímulo que se podría enunciar como de algo “excesivo”, un algo que sin importar lo que se haga sigue sobrando.
Especialista
Abraham Zambrano
Psicólogo
Psicólogo y psicoterapeuta que busca un acercamiento desde una visión ecléctica al malestar alimenticio actual. Enfocado en la escucha y transmisión de espacios personalizados para el tratamiento de afecciones anímicas desde los estudios psicoanalíticos