¿Alguna vez te has escuchado decir frases como...
"Este fin de semana me porté mal, comí pizza"
"Mi pecado fue comer un poco de pastel"
"Hoy sí me porté bien, comí todo lo de mi plan"?
¿Te suena familiar? Algo que llama la atención de estas frases es la dicotomía implícita en catalogar la comida como "buena o mala". Asociamos la comida "buena" a todas las frutas, verduras, proteínas; todo lo que nuestra nutrióloga incluye en nuestro plan de alimentación y es saludable. Pensamos que la comida "mala" es toda la que queda fuera de este esquema: comida procesada, rica en azúcares, carbohidratos o grasas saturadas. Esa que a veces se nos antoja más que un plato de pepino con chilito y limón.
Entonces, ¿hay buenos y malos alimentos? Creo que vale la pena detenerse a pensar que, en sí mismo, ningún alimento es bueno o malo, somos nosotros quienes le depositamos ese valor moral que no se queda sólo en la comida, también nos impacta a nosotros. ¿Te has sentido culpable después de comer ese chocolate? ¿O te ha dado alivio poderle decir a tu nutrióloga que "fuiste fuerte y no pecaste"? Catalogar la comida de esa manera tiene una implicación mucho más profunda, pues va permeando la relación que tenemos con la comida, por ejemplo, el tener miedo a ciertos alimentos, experimentar culpa después de comerlos, perseguirnos con ello pensando incluso en tener que compensar ese "error" con un detox, una rutina de ejercicio más exigente, saltándose comidas o ayunando.
¿Sueles comer sin tener hambre? Si has dicho que sí, este artículo es para ti.
Descubre qué lo causa y cómo remediarlo
Si préstamos atención, podemos notar cómo esa forma de compensar está teñida con un tinte de castigo. ¿Pero castigarnos por qué? ¿Cuál fue el error o el “daño” que se debe restaurar? ¿No será que el daño nos lo hacemos al dejar al cuerpo sin alimento, sometiéndolo a un desgaste mayor para “quemar” todas esas calorías?
Descubre qué lo causa y cómo remediarlo