Seguramente todos en algún momento de nuestras vidas hemos padecido de alguna manera una enfermedad o incluso la muerte, ya sea en carne propia o de algún ser cercano a nosotros. Muestra clara ha sido esta pandemia que nos ha tomado como humanidad durante los últimos al menos 2 años de manera continua y hasta cierto punto consistente en sus cifras no solo de mortalidad, sino de secuelas patológicas de una gama tan sorpresiva para la ciencia médica, que sobrepasa incluso la posibilidad de generar un modelo de salud eficaz para el tratamiento de la enfermedad. ¿A qué se deberá que en términos de salud, pareciese que cada vez lo más normal es justamente la experiencia de un sesgo patológico?
Para intentar contestar a esto es importante recurrir a la historia desde una perspectiva epistemológica de las ciencias de la salud, más precisamente a la de las ciencias de la vida (fisiología, medicina, química etc.) y su desarrollo que tuvo lugar durante el siglo XVIII. En este momento lo que se busca es un elemento en común que permitiera pensar de los procesos patológicos y normales hacia el afán de una medida unitaria. Es decir, lograr comprender los fenómenos mórbidos a partir de procesos normales. Por supuesto que las complicaciones no tardaron en llegar y las seguimos viviendo a la fecha de hoy, y es que el problema de la enfermedad aún desempeña un papel esencial como indicador, tanto en el aspecto teórico como en el crítico que se inclina por la insistencia de parámetros morales en el desarrollo de su metodología.
Es entonces que el resultado de estos procesos, queda concentrado en la dificultad de las ciencias para entender su propia aproximación a los fenómenos de la vida en los sujetos-objetos de conocimiento que estudia, dejándolos fuera de la posibilidad de seres susceptibles de conocer sobre la vida misma. El hecho de que los seres humanos vivamos dentro de un medio conceptualmente construido como lo es el entramado de lo normal y lo patológico, no prueba que se haya desviado de la vida por sus olvidos o sus pesares cotidianos, sino únicamente que vivimos de manera determinada, y que rara vez tenemos un punto de vista fijo sobre nuestro medio, entorno o condiciones, es decir, que nos movemos sobre un territorio indefinido o ampliamente definido. Formar conceptos es una manera de vivir y no de matar la vida, y si volvemos sobre los interrogantes y problemas que esta pandemia ha hecho salir a la luz, el error ocupa el centro de estos, dejando lugar al azar, que nos advierte que antes de que una enfermedad como tal se manifieste lo que encontramos generalmente son omisiones en su sentido más básico. En última instancia la vida es aquello que es capaz de error, pero un error singular que hace posible al pensamiento humano dar cuenta de su propia historia, de ahí la importancia de un lugar en donde ello pueda ser hablado.
ESpecialista
Abraham Zambrano
Psicólogo
Psicólogo y psicoterapeuta que busca un acercamiento desde una visión ecléctica al malestar alimenticio actual. Enfocado en la escucha y transmisión de espacios personalizados para el tratamiento de afecciones anímicas desde los estudios psicoanalíticos.