Me viene a la mente el famoso: “pero ¿cómo le voy a decir que no? Si lo preparó con amor”.

Entiendo que no es tan fácil de un día al otro poner ese límite a un otro, ya que en muchas ocasiones se puede llegar a pensar que a quién se le está “rechazando” es a mamá, o a la abuela, o a ese familiar que se tomó el tiempo de hacer el guisado favorito de cada uno. Esto es referido a la comida, pero hay otros momentos en los cuales también se pudiera encontrar esta dificultad para decirle que no a otros, como una invitación, una compra, entre otras.

La cuestión es que es válido poner ese límite “NO” pero no sólo eso, sino identificar qué se nos pone en juego al llevar a cabo esa acción, qué se piensa, qué se  imagina que puede suceder con esa otra persona, cómo va a reaccionar, pero también cómo se va a sentir quien dirá que no. Se puede generar miedo, angustia a ser rechazado, a “perder el amor de ese otro”.

Para esto la importancia de que haya un espacio de escucha, en donde quien está enfrente nos apoye a ir descubriendo qué hay debajo de ese miedo a decir que no. Al hacerlo no significa o implica dejar de querer o agradecer por lo que se nos ofrece, sino el establecer un límite para otros y para uno mismo, decidir para y por uno mismo conlleva responsabilidades, claro, pero también puede generar bienestar, tomar distintas decisiones. Puede haber cierta incomodidad en un principio al llevarlas a cabo porque será algo nuevo, pero con el paso del tiempo se vivirá con menos sensación de culpa, de angustia.

Especialista

Ariadna Villareal

Psicóloga

Psicóloga que da lugar a las emociones mediante la escucha de la palabra, para que no se queden sin ser vistas y tengan un medio para salir del cuerpo. Acompaña al paciente en un cambio real y significativo