En esta ocasión quiero compartirles un texto que habla sobre dos vertientes sumamente importantes que se entrelazan con el tema del peso, la psicoterapia y nuestra vida emocional: la aceptación y el compromiso.

La aceptación y el compromiso son dos piedras angulares que nos permiten vivir nuestra vida de una forma más plena, sin que esto signifique que al tener estos dos aspectos presentes no sintamos a lo largo de nuestra vida disgusto o cierto dolor. En una metáfora podríamos decir que estas dos vertientes son nuestra brújula en el día a día y quizá para toda la vida.  

Aceptar implica tener una actitud de permitir que nuestros estados emocionales estén presentes en nuestra vida, poderlos contemplar, dirigir nuestra atención hacia ellos. Dejar que nuestras emociones fluyan, sentir cómo van y vienen, como una ola que oscila de intensidad. Generalmente cuando empezamos a experimentar algún tipo de dolor emocional nuestra primera reacción es tratar de deshacernos de ella, actitud que va en contra de la aceptación. Nuestros métodos más usados para no sentir es tratar de pensar en otra cosa; distraernos; olvidarlos como si no existieran; hacernos a un lado, lo que finalmente nos lleva a alimentar la evitación de nuestras experiencias emocionales. 

La aceptación de nuestros estados emocionales tampoco implica que caigamos en una especie de resignación, de aparentar que todo está bien y que podemos soportar todo lo que nos ocurre. Aceptar tampoco significa que debe agradarme sentir todas las emociones, podemos hacer compatible sentir disgusto con dejarnos sentir alguna emoción y permitir que esa emoción dolorosa permanezca todo el tiempo que sea necesario. Ante una situación de ansiedad podría decirme algo así: "no me gusta experimentar esta emoción, pero aunque no me guste sentir todas estas sensaciones que se desatan en mi cuerpo, voy a permitirme sentirlas", y a continuación dirigir mi atención hacia como en mi cuerpo se siente estar ansioso. Si hacemos esto ya estamos entrando en el registro de la aceptación.

A lo largo de nuestra vida los seres humanos enfrentamos diversos procesos de transformación. Iniciar un tratamiento para la pérdida de peso significa emprender una serie de transformaciones en la vida, reconocer la incomodidad que nos genera el tema del peso, aceptar iniciar con el plan y reconocer que a lo largo de este proceso podemos experimentar algunas incomodidades. Aquí es donde entra entonces, el compromiso. Durante nuestra vida asumimos muchos compromisos, damos nuestra palabra ante los demás para cumplir con una serie de situaciones: nos comprometemos a cuidar a una mascota, nos comprometemos con nuestros padres a sacar buenas calificaciones para recibir por ejemplo un regalo, premio o felicitación, cada fin de año realizamos compromisos con nosotros mismos sobre lo que queremos cambiar. 

Sin embargo, muchos de estos compromisos sólo se quedan como promesas ¿por qué ocurre esto? Quizá en estos asuntos también valdría la pena ampliar nuestra perspectiva sobre lo que significa el compromiso. ¿Qué pasaría si pensáramos sobre qué podemos hacer para que nuestra vida valga la pena ser vivida o para que sea más significativa?  ¿Qué pasaría si entonces comenzamos a comprometernos con nosotros y tratamos de hacer día a día algo que nos lleve hacia esa dirección de cultivar una vida significativa? Por ejemplo, si para cada uno de nosotros cultivar nuestro bienestar físico y mental resulta indispensable, y cada día actuamos en consecuencia para que esto sea vigente. Al encauzar nuestra vida en cómo deseamos vivir nuestra vida, más que centrarnos en un objetivo concreto, logramos orientar nuestro compromiso hacia otra perspectiva más duradera.