Todo el tiempo, todos los días, la mayoría de los profesionales de la salud tratamos de transmitir la importancia del ejercicio o el movimiento en un ser humano. Conocemos sus beneficios, impulsamos la activación física, inclusive dentro de un ambiente escolar o laboral, pero se han preguntado alguna vez: ¿qué pasaría si no me muevo?
Para responder esta sencilla pregunta volvamos un poco el tiempo atrás y comencemos por la época griega. Los griegos fueron los pioneros en el desarrollo de elementos básicos de matemáticas, física, mecánica o medicina. Siendo más específicos, Galeno era quien se interesaba más por la anatomía y la biomecánica corporal. Entonces, desde aquellos años ya existía una razón del porque el movimiento era, es y será necesario para la existencia del humano.
Al paso de los años y después de desarrollar el significado correcto a esta situación, en la actualidad y según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la “biomecánica” en un concepto entendible es una disciplina que estudia el movimiento del cuerpo en sus diferentes circunstancias, es decir, esta ciencia trata de analizar la actividad del ser humano y la respuesta que tiene nuestro organismo ante esto.
Pero entonces ¿qué me pasaría si no me muevo o en su caso particular no realizo una actividad física La respuesta es compleja porque involucra muchos factores fisiológicos, anatómicos, biológicos y metabólicos de por medio, sin embargo, podemos describir principalmente que las personas que no realizan cierta actividad, o en su caso movilidad, la consecuencia es directa en posibles patologías asociadas.
En general la fuerza muscular disminuye un 15% entre los 30 y 70 años; y la inmovilidad determina ciertos cambios fisiológicos que justifican una cierta limitación de la movilidad. Ocurre una discreta atrofia muscular seguida de fibrosis, por lo que la contracción muscular es más lenta y menos capaz de realizar hasta lo simple, como la respiración. Se reduce sobre todo el número de fibras musculares rápidas, encargadas de una contracción inmediata.
En cuanto al aparato digestivo, el reposo afecta al sistema neurovegetativo y como resultado hay trastornos de la deglución y digestiones lentas, como por ejemplo el estreñimiento que de por sí frecuente en el anciano, se acentúa con la inactividad.
Ppr último, también existen alteraciones metabólicas y hormonales. La inactividad conduce a un catabolismo proteico, lo que nos da una mayor demanda nutricional a la persona. Así mismo existe un balance mineral negativo, con pérdida de calcio, sulfuro, fósforo, magnesio, potasio y sodio. Incluso cortos periodos de inactividad física pueden reducir la sensibilidad a la insulina, lo que junto al sobrepeso conduce a patologías mortales, resaltemos que la inmovilidad también puede impedir una actividad sexual satisfactoria.
¿Qué hay de malo en NO moverse? En realidad, la respuesta es TODO.
La movilidad no es un extra, un “plus” u opción en nuestra vida, es una necesidad biológica que nos permite la funcionalidad correcta de nuestro cuerpo desde lo muscular hasta lo metabólico, ahora que sabes un poco más de la inactividad, pongamos nuestro cuerpo a moverse.
Especialista
Paula Palacios
Fisioterapeuta
Fisioterapeuta egresada de la Universidad Tecnológica de México. Cuenta con certificación en Dosificación del Ejercicio Terapéutico. Busca mejorar y motivar la calidad de vida de las personas por medio de la actividad física y el ejercicio brindándoles las herramientas necesarias y comprometida con el trabajo dentro y fuera de VIME.