Previo a entrar de lleno en el tema y la relación de la grasa corporal y el cáncer, resulta necesario poder definir de manera concreta qué es el cáncer y como es que se instala en el cuerpo humano.
Los seres humanos somos construcciones de miles de millones de unidades llamadas células, las cuales de acuerdo al tejido al que pertenecen trabajan en conjunto para lograr la vida. Entonces bien, el cáncer es un conjunto de enfermedades cuyo origen deviene en la perturbación de los procesos celulares. La sola alteración irreversible de una célula, daño o mutaciones en nuestro material genético, da lugar a que los daños se sigan replicando en las células hijas y promueve ambientes idóneos, que permiten el crecimiento de células anormales, que con el paso del tiempo formaran una masa amorfa, y con ayuda de la circulación llegaran a otros órganos y tejidos, en un proceso al que conocemos como metástasis.
Con respecto a la obesidad, la Organización Mundial de la Salud la ha definido como una acumulación anormal o excesiva de grasa, misma que conlleva al desarrollo de otras enfermedades entre ellas diversos tipos de cáncer. En el 2007 el Instituto Americano para la Investigación del Cáncer, luego de la evaluación de diversos estudios concluyó que un exceso de grasa corporal estaba asociado con un mayor riesgo de padecer cáncer de páncreas, colorrectal, mama (posterior o durante la menopausia), endometrio y riñón; más recientemente se describió otra asociación con cáncer de vesícula biliar.
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Hoy se sabe que el sobrepeso y la obesidad son un estado de inflamación crónica, y qué el tejido graso o también llamado tejido adiposo, juega un papel importante en la producción de moléculas que promueven dicha inflamación, dos de las más estudiadas son la leptina, que es un potente agente antinflamatorio, y la adiponectina que tiene un efecto contrario. La leptina aumenta de manera casi proporcional al incremento de grasa corporal, esta ha sido fuertemente asociada con el desarrollo de cánceres como mama, colon y próstata, ya que favorece a que nuestro sistema inmunológico no detecte células cancerosas, de igual modo, evita que células dañadas mueran y favorece a la formación de nuevos vasos sanguíneos que permiten la alimentación de la masa amorfa o tumoración una vez instaurado el cáncer.
Este es solo uno de los mecanismos que puede ayudar a describir y comprender como el exceso de tejido adiposo favorece a la instauración y progresión del cáncer, qué si bien es un conjunto de enfermedades multifactoriales, la evidencia sugiere que un porcentaje de grasa elevado representa un importante factor de riesgo y un determinante en el pronóstico de la enfermedad.
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Por otro lado, se ha demostrado que la pérdida de peso a expensas de grasa de manera intencional y regulada por un profesional de la salud, pueden favorecer a que los marcadores de inflamación disminuyan de manera significativa, tanto a nivel general como localizado en el tejido adiposo, entre estos marcadores están aquellos que se encuentran íntimamente relacionados con algunos tipos de cáncer, efecto que se ve potenciado cuando se combina con ejercicio aeróbico y de resistencia. Sí bien aún hacen falta muchos más estudios, los resultados hasta ahora obtenidos parecen ser prometedores.
Especialista
Rosa Méndez
Nutrióloga
Especialista en Nutrición e Investigadora en Formación. Apasionada por las prácticas clínico-nutricionales basadas en la mejor evidencia científica, se mantiene en constante actualización sobre los efectos de la dieta en favor de la recuperación y mantenimiento de la salud.