A lo largo de los años la investigación para el tratamiento del cáncer ha avanzado mucho, y con ella los mitos para poder curarlo y evitar su progresión. Es de todos sabido que la alimentación juega un papel fundamental en cualquier enfermedad, y aunque vemos el alimentarnos como una actividad común, el comer de manera inteligente, alimentando no solo el cuerpo sino sus pequeños componentes que son las células, es un arte y puede contribuir al tratamiento de muchas enfermedades.
Las células son miles de millones de pequeñas estructuras que forman nuestro cuerpo, cada una de ellas tiene una función específica en el organismo, dichas células utilizan como energía los azúcares que obtienen de la alimentación, refiriéndonos a azúcar no solo a los cubitos que ponemos cada mañana en el café, sino al total de carbohidratos disponibles en la mayoría de los alimentos: lácteos, cereales, leguminosas, frutas y verduras, qué, por diferentes procesos nuestro cuerpo lo convierte en glucosa o azúcar.
Toda esta energía obtenida de los alimentos provee no solo a las células sanas sino también a las células cancerígenas. Sin embargo, eliminar por completo los alimentos que proveen carbohidratos o azúcares a la alimentación tampoco resulta factible, ya que este tipo de dietas pueden presentar ciertas deficiencias por lo que es muy importante un seguimiento estrecho por un profesional, teniendo en cuenta que este tipo de plan de alimentación no es un estilo de vida, sino una herramienta que a lo largo de los años se ha utilizado con diferentes fines, pero que no es sostenible a largo plazo.
Por las diversas formas en las que el azúcar se encuentra en los alimentos ha resultado todo un reto el poder estudiar la asociación entre una levada ingesta de azúcares y el riesgo a la aparición o progresión de un cáncer, sin embargo, en algunos cánceres como estómago y colon se ha sugerido una hipótesis de un mayor riesgo de padecerlos, pero esto viene dado a que en una dieta con alto contenido de azúcares simples habitualmente suele acompañarse de baja ingesta de vitaminas, minerales, antioxidantes y fibra, así como un bajo consumo de leguminosas, frutas, verduras y cereales integrales, grupos alimentarios que se han asociado inversamente con el riesgo de cáncer gástrico.
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Otro dato muy importante es lo que sucede con el cáncer de endometrio, ya que en este padecimiento el consumo de azúcares simples y alto índice glucémico contribuyen al sobrepeso y obesidad, que a su vez promueve un incremento en la insulina y una desregulación hormonal que puede estar estrechamente asociada a la promoción del cáncer.
Sí bien, en los últimos años se ha demostrado que las células cancerígenas tienen un metabolismo de azucares alterado, y que pueden consumir más azucares que una célula sana hasta el momento no hay evidencia suficiente que pueda sostener que la eliminación total o parcial de los carbohidratos en la dieta favorezca a un mejor pronóstico de la enfermedad.
Lo que sí debemos tener claro es que una célula cancerígena no obedece a las señales de regulación tradicionales y tiene actividades completamente autónomas, por cuanto su maquinaria ha sido alterada, y esto también conlleva a que el metabolismo de los carbohidratos sea distinto, incluso, en estudios más recientes, se han encontrado azúcares poco comunes alrededor de dichas células, muchos de estos azúcares únicamente presentes en animales no humanos, por lo que aún queda mucho por investigar y seguir el camino correcto que nos lleve a un mejor tratamiento tanto farmacológico como nutricional, velando siempre por la salud del paciente.
Es importante mencionar que quizá el mensaje con respecto al consumo de azúcares y el cáncer se ha ido desvirtuando de oído en oído, pues es bien sabido que una elevada ingesta de azucares simples favorecen a una acumulación de energía misma que no se gasta y va directamente a nuestros depósitos de grasa, mismos que favorecen al sobrepeso y obesidad, que a su vez contribuye a un proceso inflamatorio crónico, actualmente, está bien documentado y comprobado la participación del exceso de grasa como un factor de riesgo para distintos tipos de cáncer. Es por ello que, quizá en algún momento se perdió el foco de una correcta alimentación, y se enfocó únicamente en el consumo de azúcares como terapia contra el cáncer, cosa que hasta hoy no ha sido comprobada.
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Cuando se tienen antecedentes familiares de algún tipo de cáncer, siempre será importante llevar un estilo de vida saludable, mantener un peso adecuado y un porcentaje de grasa acorde con nuestra edad, talla y sexo. Para ello es importante la orientación de un profesional, pues hoy se sabe que un 80% de las malignidades son dadas por el ambiente, mismo que engloba: alimentación, contaminación, actividad física; y solo un 20% son por mutaciones heredadas, por lo que sí la pregunta es; ¿es posible prevenir algunos tipos de cáncer? La respuesta es sí.
Ahora bien, en caso de existir un cáncer manifiesto, es de suma importancia llevar un adecuado esquema nutricional, sin restricción de ningún nutrimento, ya que como bien hemos dejado asentado, el limitar el consumo de carbohidratos no evitará la progresión del cáncer. El plan de alimentación siempre deberá ir personalizado, y acorde a las necesidades del momento que curse el paciente, pero la premisa será retardar o revertir un proceso inevitable de desnutrición, así como palear síntomas y preservar en la medida de lo posible la masa muscular.
En conclusión, los carbohidratos no alimentarán la malignidad, pero siempre será importante consumirlos con responsabilidad en cualquier etapa de la vida, pues no por nada son nuestra principal fuente de energía.
EsPecialista
Rosa Méndez
Nutrióloga
Especialista en Nutrición e Investigadora en Formación. Apasionada por las prácticas clínico-nutricionales basadas en la mejor evidencia científica, se mantiene en constante actualización sobre los efectos de la dieta en favor de la recuperación y mantenimiento de la salud.