En la literatura psicoanalítica es común conocer esta metáfora que se utiliza para hablar de la mirada y el deseo, esta implica a la mantis religiosa macho, el cual se coloca frente a la mirada de la hembra; en esta mirada es donde se encuentra algo que atrapa al macho, en ese reflejo se ve a sí mismo, y hay cierta cautivación de lo que encuentra reflejado, para luego dar paso a la muerte a manos de la hembra. Esta metáfora es empleada para poder pensar, a la luz de la mirada, ese lugar que uno, como sujeto ocupa frente a esa mirada, y el despliegue del deseo que se encuentra ahí colocado.
El escritor Roland Barthes habla de la diferencia entre ver y mirar para argumentar que la vista solo es un despliegue de la percepción sensorial, nomina cierto objeto dentro del campo perceptual, sin embargo, la mirada contiene un correlato, una historización, ¿un deseo acaso? Esto lo traigo a cuenta para pensar la posición que, por ejemplo, en el tratamiento se ocupa, donde hay un cuerpo puesto en cuestión. Si bien, uno de los objetivos de la pérdida de peso, en muchos casos, es la salud, algo también atraviesa, en primera o en última instancia, al cuerpo, lo coloca en un lugar de vulnerabilidad frente a una mirada del otro, una mirada cargada de afecto, de hostilidad, de agresividad, de amor, etc.
A la consulta se llega con un correlato de un cuerpo que subió de peso, que antes era distinto, que vivió un embarazo, que sufrió un accidente, que fue violentado, que fue mirado; pienso esto de la mirada como aquella frase del psicoanalista J. Lacan donde dice: “usted puede saber lo que dijo, pero nunca lo que el otro escuchó”, y lo mismo ocurre con la mirada, uno puede pensarse de cierta forma, quererse, gustarse por tal o cual razón, o disgustarse de la misma forma, pero uno no sabe como es mirado por el otro.
Si uno se ve bien con tal o cual ropa, o si bajó tanto que parece enfermo, o si subió tanto que se ve bien alimentando, o musculoso, o si algo del peso encubre algo del cuerpo para no provocar un deseo de índole sexual. De cualquier forma el cuerpo nunca sale ileso de un mirada, uno trata de salir bien librado, incluso las inhibiciones sirven para ocultarse, para no mostrarse y no ser juzgado. Y es que el cuerpo es una envoltura de todo un sistema que no conocemos, que no es impropio porque además el cuerpo enferma y envejece, no lo podemos determinar en ocasiones a voluntad, es un entramado muy problemático.
Pero el cuerpo también tiene algo lindo en relación a la mirada, es un cuerpo que desde la infancia, a través de las caricias, las voces y las miradas, da cuenta de cierto lugar amoroso también, de un cuerpo erógeno que responde de una manera poética ante la presencia de un semejante. Y esto es porque la mirada viene cargada de afecto y de palabras, porque lo cierto en esta frase que enuncia Lacan, es que uno es mirado desde lugares que no pensaba ser visto, también para bien. Uno puede gustarle a otro por algo que no imaginaba, y ahí es donde se apertura una posibilidad de encuentro con ese cuerpo, y con esa mirada, que como dice Barthes, encuadra, hace función de marco, uno queda fotografiado de una manera amorosa.
Tal vez el espacio de TAC y TA en VIME funge como una oportunidad para entablar ese diálogo con el cuerpo de uno mismo, un cuerpo que irá cambiando a lo largo del tratamiento, que tendrá objetivos distintos, que podrá gustar o disgustar, y de la mano de nutrición poder anudar un discurso diferente con el cuerpo. Porque al final de lo que se termina hablando siempre en un espacio clínico es del amor.
Especialista
Ricardo Torres
Psicólogo
Especialista en el área de atención psicológica, apasionado por su labor, convencido de que los procesos psíquicos influyen en la vida cotidiana y cómo estos pueden transformarse para llevar una vida mejor.