Hay días en la vida de uno en que por alguna razón desconocida tenemos un antojo particularmente fuerte y perseverante. Puede tratarse de un antojo que se presenta de manera súbita e inesperada, a veces provocado por la cercanía física con algún alimento y otras ocasiones simplemente porque algo nos evoca el sabor y el placer que sabemos se esconde en cierto tipo de comida.A partir de ese momento el antojo se vuelve una especie de presencia que nos acecha y al mismo tiempo se aferra a nuestra conciencia.
Pero ¿Por qué nos sucede esto? ¿Qué nos lo provoca? ¿Qué podemos hacer frente a un antojo de este tipo?
La vida de todo ser humano está permeada por sus necesidades físicas, existe en ese sentido una gran cercanía entre nuestras necesidades y las que experimentan los animales. Sin embargo algo que nos diferencia de ellos, y nos vuelve aún más intrincados y complejos, es nuestro gusto específico por cosas muy particulares, el cual se va forjando por medio de las experiencias, emociones y pensamientos que atravesamos todos los días. Dentro de nuestra subjetividad existen gustos y preferencias que nos caracterizan y nos vuelven ávidos clientes de cierto tipo de satisfacciones. El antojo, en este sentido, es algo que no responde tanto a una necesidad física de hambre sino que se relaciona en mayor medida con gustos,preferencias y deseos que guardan una estrecha relación con las emociones cambiantes y complejas que experimentamos todos los días. Un ejemplo de esta diferencia entre una necesidad y un antojo podría ser que todos sentimos al final del día la necesidad física de dormir y descansar, (algunos lo deseamos desde el principio del día) sin embargo hay quienes solo pueden dar satisfacción a esta necesidad si tienen a la mano cierto tipo de almohada de un material, textura y consistencia muy específica.
Tomando en cuenta esta diferencia entre lo que es una necesidad física y un antojo podemos invitar a que reflexionemos sobre la presencia de los antojos en nuestra vida diaria, seguramente todos hemos escuchado o emitido frases como:
(…) cuando estoy sin hacer nada se me antoja comer algo como…” lo cual nos lleva a preguntarnos ¿Qué sucede cuando nos quedamos sin la compañía o la distracción de nuestras actividades o de la gente que nos rodea de manera diaria? ¿Será que se nos despierta un sentimiento de soledad? ¿Un hueco o un vacío ante la ausencia o carencia de algo? ¿Algo que debe ser prontamente llenado o cubierto para evitar algún tipo de inquietud o ansiedad? O quizá solo sea una forma de resarcirnos por el desgaste emocional del día.
“(…) cuando estoy a dieta, y sé que no puedo, es cuando más se me antoja…” ¿Será ese gusto tan natural del ser humano por aquello que está prohibido? ¿Se debe a que nunca es agradable sentirnos restringidos? ¿Se nos despierta un sentimiento de rebeldía y un gusto por poner a prueba las normas? ¿Nuestro ego se sentirá agraviado y nos llevará a decir “a mí nadie me va a decir lo que tengo que comer”? A veces se nos olvida que lo prohibido tiene su encanto pasajero pero existen en la vida placeres más plenos y duraderos que se consiguen poco a poco, como la salud.
“(…) sé que si lo tengo cerca no me voy a contener así que mejor ni me acerco a…” A veces nos cuidamos mucho de no acercarnos a aquello que nos genera tentación, como cuando a los jóvenes les decimos: “no te juntes con ese amigo, es una mala influencia para ti” o “el cigarro, los videojuegos y los tatuajes son malos, aléjate de ellos”. Pero cuanto nos damos chance de pensar ¿Por qué resultan atractivas estas cosas? ¿Qué es lo que nos seduce de ellas? Quizá más que alejarnos de aquello que puede despertar nuestro deseo, deberíamos invertir en conocernos y entendernos mejor a nosotros mismos, de manera tal que podamos controlar mejor nuestros impulsos y fomentar la seguridad propia.
“(…) se me hace que ya me va a bajar porque traigo un antojo de…” En el caso de las mujeres, cuando ya se acerca su menstruación, suelen presentarse no solo cambios físicos y emocionales sino también antojos diversos e intensos. ¿Tendrá que ver con esa condición natural del cuerpo que no nos pide permiso ni opinión para realizar sus ciclos y sus funciones? ¿Será una forma de controlar algo afuera de nosotros mientras que por dentro sentimos que nuestro cuerpo hace lo que quiere? ¿Guardará relación con aspectos muy íntimos y emocionales de todo lo que involucra la feminidad y el cuerpo de una mujer?
Cabe resaltar que los antojos que se nos pueden presentar día a día no siempre tienen que ver con la comida, en general tienen que ver con cualquier cosa, persona o situación que nos pueda proporcionar algún tipo de placer. Sin embargo las cosas de origen que nos lo provocan y le dan su fuerza pueden ser muy parecidas. Quizá no se trate tanto de controlarlos sino de comprenderlos, entender el aspecto emocional que se esconde y está ligado a cada antojo que se nos presenta. Si uno realiza esa labor de comprensión de uno mismo y de nuestros antojos, no tenemos una garantía de que eso nos evitará caer en él, sin embargo nos puede permitir que exista una mayor posibilidad de frenarnos o dejarnos llevar por ellos pero libres de un sentimiento de culpa.
Si consideras que has experimentado algún antojo en tu vida, aquí te ofrecemos 6 preguntas para que te cuestiones a ti mismo sobre los antojos:
- ¿A ti que tipo de antojos te atacan?
- ¿Cómo son? y ¿En qué momentos se presentan?
- ¿Cuánta relación tienen esos antojos con tus emociones y con lo que vives día a día?
- ¿Cuánto te dejas llevar por el antojo? y ¿cuánto lo evitas?
- ¿Cuánta capacidad tienes de afrontarlos pero buscar el mejor momento y la mejor circunstancia para gozarlos?
- ¿Vives subordinado a tus antojos o diriges y disfrutas de los antojos que se presentan en tu vida?
Escrito por: Griselda Camacho Rodriguez
Psicóloga con experiencia clínica. Admiradora de la naturaleza humana y todas sus creaciones. Asidua impulsora de la toma de conciencia. Con la terapia de apoyo que brinda en Vime ha logrado desgranar a profundidad la relación entre las emociones y los hábitos alimenticios.