La alimentación es el prototipo de las necesidades básicas que tenemos todos los seres humanos, pues desde los comienzos de la vida resulta una actividad indispensable para la supervivencia y el desarrollo a nivel orgánico y fisiológico. Sin embargo, su importancia no solo radica en la satisfacción de la necesidad que permite continuar con la vida física, sino que también en los actos que suceden alrededor de dicha actividad marcados de significado y simbolismo.
Pensemos en uno de los momentos más significativos y, por ende, importantes en el proceso de desarrollo mental y emocional de cualquier sujeto. El encuentro con la madre; ese momento donde la madre coloca su pecho para amamantar a su hijo, momento en el que si bien proveerá la leche que lo alimentará, cubriendo parte de sus necesidades fisiológicas y con ello saciando el hambre de su hijo, irá acompañado de otros elementos que en un ideal enriquecerán la vida desde otro lugar. De manera más puntual: la vida anímica, con la provisión de la mirada, los gestos, las caricias, las palabras, los abrazos y por supuesto, el amor.
Mientras tanto, en otro escenario menos deseable pero no con ello inexistente, podemos pensar en un encuentro menos agradable y contenedor para la vida emocional de cualquier sujeto. Uno donde el alimento únicamente es provisto por obligación, en el mejor de los casos, y en muchos otros acompañado por el rechazo, la indiferencia, la incredulidad, el desamor y la falta de deseo.
De manera que, aunque en ambas situaciones está presente la alimentación como experiencia, las condiciones en las que se vivencia no son las mismas. El alimento y el acto mismo de comer se van inscribiendo en la historia de cada uno de nosotros y tomando una connotación distinta, singular, única e irrepetible. De acuerdo a nuestros encuentros y desencuentros, a las vicisitudes de aquellos quienes nos sostuvieron, nos amaron, desearon, y sí, nos alimentaron, de manera que ya no se come para sobrevivir ni para saciar, sino que la acción queda registrada como algo fuera de lo natural, en el orden de la cultura, de los vínculos, de la relación con los otros, en el mundo de los símbolos.
Un ejemplo más claro, en mi opinión, es cuando referimos comer porque nos sentimos ansiosos, tristes o preocupados. Asociamos nuestra alimentación con las emociones experimentadas, dando una respuesta lejana a la lógica del hambre y la supervivencia. Cercana a lo histórico, pero aun nada profunda, reflexiva y cuestionadora sobre nuestras inseguridades, ansiedades más profundas, temores y por supuesto vivencias. En este sentido cabría la posibilidad de varias preguntas, a mí se me ocurre: ¿qué es aquello que trago que no puedo pensar? o ¿qué sensación me da la comida que no puedo tener en otro lugar?
Es así como la comida tiene un lugar fundamental en nuestras vidas, en lo que hacemos, en lo que decimos, en las maneras en las que interactuamos y socializamos y en los modos en los que nos comunicamos, en el acto de comer se incorpora algo del mundo, pero también compartimos algo de quienes somos, de lo que vivimos y conocimos.
Por lo tanto, en las próximas fechas de celebración, festividades y reuniones, donde la comida se vuelve un elemento principal alrededor de la convivencia con la familia, los amigos o la pareja, que van desde las fiestas patrias hasta el fin de año nuevo, sería oportuno abrirte un espacio de reflexión e interrogarte el papel que desempeña en tu vida. Quizás para cuestionarte a qué te acerca, con quiénes te aproxima, qué sensaciones te despierta, a dónde te lleva, qué lugar tiene en tu vida, y por supuesto, ¿de qué te quieres alimentar que en muchas ocasiones es más que comida?
Especialista
Eduardo Hernández
Psicólogo
Psicólogo clínico y psicoterapeuta psicoanalítico. Considera que una parte fundamental de la calidad de vida es la atención de la salud mental y el bienestar emocional. Con su escucha y labor acompaña a sus pacientes en la comprensión de su mundo interno y emocional, en la búsqueda del origen de los conflictos que les que causan malestar y sufrimiento y en el entendimiento de la manera en el que se desarrollan en la vida frente a las problemáticas cotidianas.