¿Cómo me puedo curar de tal o cual enfermedad? ¿Qué tengo que comprar o hacer para quitarme tal o cual malestar? Tales son las preguntas con las que uno acude con un especialista de la salud; médico, dentista, fisioterapeuta, nutriólogo, etc; lo cual entra dentro de la lógica de su campo de estudio, y que involucra al cuerpo. Por otro lado, qué hacer cuando esos síntomas o malestares se encuentran en zonas o regiones ilocalizables para el cuerpo, como lo son los afectos.
Para poder clarificar esto es importante situarnos en pensar al cuerpo. Para la medicina, el cuerpo es un lugar que responde a funcionamientos biológicos, fisiológicos y químicos; de ahí que los síntomas sean pensados como algo que afecta el “buen” funcionamiento del cuerpo, por lo que pensar en términos de salud/enfermedad sea lo que apunta a su saber metodológico.
Con el psicoanálisis ocurre algo distinto en función de lo que se piensa como cuerpo, el cuerpo para esta práctica, implica un lugar atravesado por la mirada del otro, por su voz, sus caricias, etc; es un cuerpo que se denomina “erotizado”, que habla y enferma a través de padecimientos que involucran a los afectos, de tal forma que cuerpo y psique se encuentran íntimamente relacionados. Es por esto que se menciona que aquello que se calla, el cuerpo lo manifiesta de formas distintas, incluso en ocasiones con lesiones orgánicas, como lo son las enfermedades psicosomáticas: colitis nerviosa, fibromialgia, vitiligo, migrañas.
Por otro lado, pensar los síntomas que son propios también, al campo de la llamada “salud mental”, como lo son la ansiedad, la depresión o el estrés, ponen a la luz malestares que se encuentran relacionados con diferentes factores, y es en este punto donde el psicoanálisis, en su práctica, permite abrir las preguntas sobre aquello que no anda en nuestra vida, y que se manifiesta de tal forma, que sin estar enfermos, podemos sentir un malestar.
Es por lo anterior que, dentro del espacio terapéutico, el síntoma es como algo que arrastra toda una serie de dificultades en la vida. Poner en marcha la historización de los síntomas es el trabajo clínico, que de entrada, dista un poco del trabajo médico que intenta curar, quitar ese síntoma que aqueja. Desde este lado del trabajo terapéutico, será importante escuchar y darle lugar a la palabra del paciente, en la forma en la que está involucrado con su síntoma, por lo que en la medida en la que se pueda hablar de aquello que aqueja la vida del sujeto, algo podrá movilizarse, para que ese malestar encuentre otro cause y una forma distinta de afrontar los problemas que derivaron en ello.
El espacio terapéutico es por esto subversivo, porque entiende que el síntoma no es un problema, sino una solución singular, es una forma de pensar que el sujeto tiene diferentes formas de afrontar situaciones, y los síntomas dan cuenta de ello, de un intento por elaborar aquello que no anda de la mejor manera prosigue.
Siguiendo esta lógica es donde se puede abrir la pregunta: ¿a qué responden los problemas alimenticios?, más allá de las respuestas que hayamos en otras disciplinas, puede ser importante abrir la pregunta para cada quien, la forma en la que cada sujeto se puede involucrar en su padecimiento, porque es de ahí que devendrá también la salida y el camino inédito en su vida.
PSicólogo
Ricardo Torres
Psicólogo
Especialista en el área de atención psicológica, apasionado por su labor, convencido de que los procesos psíquicos influyen en la vida cotidiana y cómo estos pueden transformarse para llevar una vida mejor